Mercedes Burgos Martínez
25 de octubre 2024
Las imágenes como creadoras de identidad y portadoras de ideas son fundamentales en el posicionamiento global y permiten la legitimación del poder por parte de las élites. En el caso del poder pontifical, Juan Pablo II (1978-2005), Benedicto XVI (2005-2013) y Francisco I (2013-) son ejemplos de la espectacularización y la celebrificación de la imagen a través de su mediatización a nivel internacional.
Tras el marcado secularismo que atravesaba la sociedad del siglo XX, la Iglesia católica se propuso ampliar sus fronteras y adaptarse a las necesidades del mundo contemporáneo, y para ello convocó en el Concilio Vaticano II (1962-1965). Tras esto, el papa Pablo VI (1963-1978) comenzó a propagar su imagen por todo el mundo gracias a los viajes apostólicos, que fueron debidamente fotografiados y difundidos por los canales de comunicación mediática.
No obstante, hasta que el polaco Karol Wojtyla no ocupó el Trono de San Pedro no se dio el fenómeno de la espectacularización y celebrificación de la figura pontifical. Debido a su carisma y sus dotes actorales, la hibridación de las metáforas papales y del lenguaje de los iconos mediáticos fue sencilla. Después de la muerte de Juan Pablo II, Joseph Ratzinger ocupó su puesto bajo el nombre de Benedicto XVI. A pesar de su perfil reservado y menos atrayente, su imagen fue propagada también por los diferentes medios; y con su renuncia al papado, en 2013, llegó Jorge Mario Bergoglio. Francisco, con su llamativa presencia, continuó la difusión de su imagen, recuperó la popularidad del papado y fue designado persona del año por la revista Time en diciembre del 2013.
El cuerpo pontifical es dicotómico. La persona humana con su cuerpo físico y condiciones naturales, lo terrenal, se fusiona con lo espiritual, que está compuesto por todo un conjunto de metáforas perpetuadas por la Iglesia católica. Esto deviene en lo práctico en toda una serie de simbolismos como el cambio de nombre, las vestimentas, las gestualidades, etcétera, que han sido legitimados a través de escritos y tratados religiosos. Estas ideas alrededor de la figura papal han condicionado los modos de representación a lo largo de la historia. Hecho que ha conformado una tradición cultural convencionalizada de la representación del poder pontifical en la cultura visual como, por ejemplo, el conocido retrato de Inocencio X de Velázquez (1650). Con la mentada hibridación de la lógica de representación del pontífice, es tarea de la Historia del Arte prestar atención a la cultura visual del papado contemporáneo.
Versiones mitificadoras de la vida de los pontífices, incidiendo en sus buenos valores y virtudes
Imágenes reproducidas de forma masiva en redes sociales o souvenirs, invitando a la oración y práctica católica
Representaciones de los pontífices como figuras de poder basadas en el seguimiento de unos protocolos o patrones
Creaciones basadas en papados ficticios e inexistentes, pero inspiradas en algún pontífice determinado
El papado ha seguido difundiendo masivamente sus imágenes con la adaptación a las narrativas de las redes sociales, como las devotio
El grupo de los exempla está compuesto por esa mirada mitificadora del pontífice que sigue la narrativa hagiográfica y que los llega a comparar con otros personajes religiosos. Los documentales y películas que narran la vida de los pontífices como Karol II. El Papa, el hombre (Giacomo Battiato, 2006), Papa Francisco: un hombre de palabra (Wim Wenders, 2018) o Los dos papas (Fernando Meirelles, 2019) se centran en mostrarlos como ejemplos a seguir. También encontramos esta mirada en la novela gráfica donde se plasma la vida de los papas con el halo de heroicidad del superhéroe del cómic. Además de esta visión moralizante, la alusión a las virtudes teologales –la fe, la caridad y la esperanza– es recurrente. Este uso de las virtudes teologales no es novedoso, ya que tumbas, monedas, medallas y grabados papales han sido representados junto a las alegorías de la fe, la caridad y la esperanza.
Las imágenes relacionadas con la devotio se encuentran en los objetos souvenirs que se comercializan en el Vaticano. La estampa religiosa es deudora del grabado, que permitía la reproducción en masa de imágenes y su distribución. Actualmente también encontramos la reproductibilidad infinita en las pantallas, donde las redes sociales son los medios por excelencia donde viajan aquellas imágenes del papado que transmiten los mensajes devocionales. El uso de Instagram por parte de Francisco es paradigmático, pues su primera imagen instaba a sus fieles seguidores a la oración y a la plegaria.
Por otro lado, el grupo del autoritas y del ceremonial comprenden imágenes que siguen las lógicas propias del poder pontifical y político. Tanto los retratos individuales como los colectivos son la plasmación del papel del papa en la esfera pública y su influencia. Asimismo, los ceremoniales abarcan desde las visitas apostólicas hasta los funerales papales. Estos últimos se componen por toda una serie de protocolos a seguir y han sido estudiados dentro del ámbito de la iconografía papal. En último lugar, en el grupo del fake pontifical clasificamos aquellas creaciones que se basan en papados ficticios y que siguen todas aquellas metáforas y lógicas de representación de los grupos anteriores. Este tipo de imágenes se deben considerar porque indirectamente muestran la inspiración en la imagen de un pontífice determinado.
En definitiva, se puede observar la relevancia del papel de la imagen en la sociedad contemporánea y la pervivencia de metáforas, esquemas compositivos y modos de representación en el imaginario colectivo relacionados con la figura pontifical.
Créditos
Coordinación: Carlos Cuesta
Realización: Eloi Fustier
Diseño: Daniel Zomeño
Revisión y estilo: Otilia Martí
Agradecimientos
Mercedes Burgos Martínez
Grupo de investigación
Iconografía e Historia del Arte