Vladyslav Hostyuk Zhulinskiy
10 de julio 2024
En las últimas décadas, prácticamente todo el debate político se ha trasladado a internet. Especialmente, las redes sociales se han convertido en el espacio donde la mayoría de personas expresan sus opiniones políticas, interactúan entre sí e incluso en el principal medio con el que se informan y construyen sus puntos de vista. Hasta el punto de que, en las pasadas elecciones europeas, hemos sido testigos de las creación de un partido político que se ha gestado y ha llevado a cabo su primera campaña íntegramente en comunidades cerradas en Telegram, como es el caso de Se Acabó la Fiesta.
Prácticamente toda la opinión pública reside hoy en internet; un aspecto que, tal vez, podría parecer una consecuencia lógica del desarrollo tecnológico, pero que tiene serias implicaciones para las sociedades democráticas. Este conjunto de consecuencias es precisamente lo que los investigadores del Departamento de Filosofía y Sociología, Patrici Calvo y Domingo García Marzà (miembros del grupo de investigación Ética Práctica y Democracia), exponen en su libro Algorithmic Democracy: A Critical Perspective Based on Deliberative Democracy (Springer, 2024) y en su artículo Democracia algorítmica: ¿un nuevo cambio estructural de la opinión pública?.
Uno de los primeros ejemplos de algoritmos en política que hemos visto son los bots sociales. Desde la campaña de Barack Obama en las elecciones presidenciales de 2008, la utilización de bots en redes sociales ha estado presente en la mayoría de elecciones a nivel global. Se utilizan para inflar artificialmente el número de seguidores de los candidatos, replicar posts sobre un tema concreto para que aparezca entre los trends de la red y, con la evolución exponencial de la IA generativa, crean contenido sintético. Todo esto, según Calvo y García Marzà, distorsiona la realidad y la opinión pública en favor de los intereses de quien utiliza estos bots.
Aparte, independientemente de si quien expresa una opinión es un bot o un usuario real, las redes sociales más utilizadas pertenecen a grandes empresas. Es decir, son espacios privados intervenidos por algoritmos de organización y recomendación de contenido, enfocados a que el usuario pase en ellos la mayor cantidad de tiempo posible. Esto implica que la red siempre recomendará contenidos similares, retroalimentando los sesgos de las personas y haciendo que se expongan mucho menos a opiniones contrarias a las suyas.
Ion, consejero del primer ministro rumano Nicolae Ciuca, se ha convertido en la primera IA con cargo político
En otras palabras, en estos ciberespacios la opinión pública la sintetizan los algoritmos y los propios algoritmos son quienes la transforman en datos y metadatos sobre los que, finalmente, las administraciones toman decisiones. Porque otro aspecto sobre el que los autores prestan atención es la integración de los algoritmos en el propio proceso de gobernar.
A primera vista, la utilización de algoritmos parece un paso lógico para obtener decisiones más imparciales, puesto que estos, en principio, siempre serán más objetivos y neutrales que una persona. Al fin y al cabo, cualquier administrador humano siempre estará influenciado por intereses y sesgos personales. A este proceso los autores lo llaman la dataficación de la democracia, un proceso que afirman que ha conducido a los ciudadanos a estar constantemente vigilados y monitorizados por estos algoritmos que generan, manipulan y recogen a la opinión pública.
Tal vez, el punto culminante de esa tendencia a la dataficación sean los llamados políticos virtuales. En los últimos años, según cuenta Patrici Calvo, han surgido varias candidaturas que prometen delegar todas las decisiones a un algoritmo. Este es el caso del Partido Sintético Danés o de Michihito Matsuda, una IA generativa que se presenta a las elecciones para el cargo de gobernador de Tokyo. Sin embargo, el caso más llamativo para el investigador es el de Ion, el nuevo «asesor honorario» del primer ministro rumano Nicolae Ciuca, que es la primera IA con cargo político.
Los algoritmos intervienen en la creación de la opinión pública, la transformación de esta en big data y en la toma de decisiones sobre estos datos. Para los autores de Algorithmic Democracy, esta intervención omnipresente de los algoritmos hace imposible generar una opinión pública sana y bien informada, que no se vea influenciada por intereses particulares. Para ellos, la principal necesidad de las democracias actuales es conseguir reconstruir el espacio de debate público sin la hiperconectividad que monitoriza y vigila constantemente a toda la ciudadanía. Esta es la única manera de garantizar la participación igualitaria y que las opiniones del público se puedan expresar de forma libre.
Créditos
Coordinación: María Martín
Diseño: Álvaro Mas
Realización: Gerard Millas y Sergi Oltra
Agradecimientos
Prof. Patrici Calvo
Prof. Domingo García Marzà
LabCom UJI
Grupo de investigación
Ética Práctica y Democracia