• CAP 1
      De qué hablamos cuando hablamos de PAZ

    • CAP 2
      De qué hablamos cuando hablamos de GUERRAS

    • CAP 3
      De qué hablamos cuando hablamos de DISCRIMINACIÓN LINGÜÍSTICA

    • CAP 4
      De qué hablamos cuando hablamos de MANIPULACIÓN INFORMATIVA

    Zomeño

    CAP 1: De qué hablamos cuando hablamos de PAZ

    Carlos Cuesta-Martínez

    13 de marzo 2025

    No podemos negar la realidad del momento en el que vivimos: son tiempos que presentan muchos desafíos para la construcción de la paz. Nuestra consulta diaria a los medios de comunicación nos recuerda, de manera constante, el elevado número de conflictos armados que se están desarrollando a escala global. Sin embargo, ante este aparente auge del belicismo, cabe hacerse la siguiente pregunta: ¿hay verdaderamente menos paz y más violencia que en períodos anteriores?

    ¿Realmente estamos tan mal?

    Como cabría esperar, una pregunta tan compleja no permite ofrecer una respuesta tajante con facilidad. Si, en primer lugar, nos centramos en la violencia, es innegable aseverar que la situación es complicada. No solamente por las violencias directas con las que compartimos nuestro tiempo, sino por su contribución a un discurso a favor de la carrera armamentista y el rearme, que provoca, a su vez, una mayor inseguridad. Una «militarización de las mentes» que no solo reduce la capacidad de indignación ante el sufrimiento, sino que permite la adopción progresiva, entre la ciudadanía, del apoyo a las intervenciones en conflictos bélicos. 

    Pese a todo, si bien la violencia directa cuenta en la actualidad con una gran capacidad destructiva gracias al desarrollo tecnológico y científico, sería también conveniente analizar el estado de otros tipos de violencia. Así, observamos diferentes violencias en nuestro día a día (de género, escolar, obstétrica, medioambiental, etc.), lo que nos hace pensar en la importancia de prestar atención también a la violencia estructural y cultural.

    Si la respuesta en cuanto a la violencia no es sencilla, ¿qué hay de la paz? En la mayoría de ocasiones, cuando los medios de comunicación o la academia analizan la paz, la enfocan solamente desde la presencia de conflictos bélicos. Este acercamiento reduccionista tiene efectos negativos en la ciudadanía, de manera similar a la militarización de las mentes: Leonardo Boff y Mark Hathaway identificaron que hablar de la violencia como un fenómeno único, sin abordar sus alternativas, provocaba una «impotencia interiorizada» que fomentaba la inacción y la resignación, al tiempo que impedía el cambio y la transformación a nivel global.

    Y es que si hablamos de paz, ciertamente su presencia ha aumentado respecto a lo que sucedía en épocas anteriores. Acerca de esto, por ejemplo, en 2012, Steven Pinker publicó el libro Los ángeles que llevamos dentro, en el que identificaba varios indicadores que generaban un mayor nivel de paz, como los derechos humanos, el sistema democrático y la existencia de Estados, unas mayores cuotas de bienestar, el auge del cosmopolitismo y la globalización o la extensión del feminismo. 

    En este sentido, hay varios indicadores que se muestran esperanzadores y que son eclipsados por la violencia directa: la pobreza extrema está en mínimos históricos (pese a que todavía la padece el 8,6 % de la población mundial), la renta global mediana se ha duplicado en tan solo dos décadas y la generación Z vive mejor que sus padres (el 75 % de los jóvenes de entre 12 y 27 años viven en economías emergentes). 

    ¿Quién vela por las paces?

    Si, en el caso de la violencia, encontrábamos un fenómeno heterogéneo con diferentes tipos de violencias (directa, estructural y cultural), también es correcto hablar de la paz en plural. La investigación para la paz es la disciplina encargada de estudiar la paz, así como los medios para su consecución. Y, pese a su carácter incipiente como materia de estudio (que se inició en el período de entreguerras a mediados del siglo pasado), ya ha contado con una notable evolución con cambios significativos. Las investigadoras del grupo DESPAZ – Desarrollo Social y Paz (Departamento de Filosofía y Sociología), Sonia París Albert e Irene Comins Mingol, describen las tendencias que ha experimentado el campo de estudio en su artículo «La nueva agenda de la filosofía para el siglo XXI: los estudios para la paz», junto al fallecido profesor de la casa Vicent Martínez Guzmán.

    Inicialmente, se concibió la paz tan solo como la ausencia de guerras (absentia belli). Sin embargo, después, la disciplina cambió su enfoque con la introducción del concepto de «violencia estructural» de Johan Galtung. De tal modo, la paz no solo se concibió como la inexistencia de conflictos armados, sino que también se entendió como sinónimo de justicia, desarrollo, igualdad y satisfacción de necesidades básicas. La violencia, a su vez, se amplió y concibió la falta de recursos o la discriminación institucional como algunas de sus modalidades. «Quedarnos solo en el estudio de la violencia tiene ese efecto perverso de naturalizarla y convertirse en una profecía autocumplida. De ahí que consideremos muy importante también dedicar el mismo esfuerzo que hemos dedicado al estudio de la violencia, dedicárselo también a la paz», explica Comins.

    Y es que, para los estudios para la paz, la educación en valores es la forma más conveniente para la prevención de la violencia. La educación para la paz propone transformar los modelos pedagógicos hacia modelos más activos y dinámicos en un contexto en el que las asignaturas que invitan al pensamiento y a la reflexión se ven cada vez más denostadas. El desarrollo de las core skills (la cooperación, la empatía, la resiliencia, la escucha activa, etc.) es imprescindible para conseguir una ciudadanía más crítica, ética y creativa que contribuya a la construcción de la paz. Según París: «Necesitamos una ciudadanía que sea capaz de cuestionar las estructuras sociales e intente indagar sobre ellas, que tenga la capacidad de ponerse en la piel de otras personas». Con tal finalidad, la Cátedra UNESCO de Filosofía para la Paz de la Universitat Jaume I publicó, en septiembre de 2024, el libro pedagógico Proyecto BALDER: Core skills para hacer las paces.

    CAP 2: De qué hablamos cuando hablamos de GUERRAS

    Carlos Cuesta-Martínez

    13 de marzo 2025

    Consultar los titulares estos últimos años se ha convertido en un ejercicio de geografía involuntaria. Lectores y lectoras han podido rememorar recientemente el nombre de tierras lejanas (y no tan alejadas) que han vuelto a nuestra mente por la reactivación de conflictos en sus territorios: Ucrania, Gaza, Sudán, Etiopía, Siria o Yemen podrían ser algunos de los ejemplos más sonados. Y si bien en el capítulo anterior de este monográfico observábamos que es difícil afirmar que hay una mayor cantidad de violencia en la actualidad, el aumento de la violencia directa alrededor del mundo es innegable.

    El Departamento de Investigación para la Paz y los Conflictos de la Universidad de Upsala (en Suecia) muestra en su programa de datos una tendencia creciente desde el 2009 (con un total de 86 conflictos, que abarcan tanto acciones de violencia unidireccionales como represión estatal) hasta el 2023, cuando el número total de enfrentamientos armados alcanza los 176. Este auge de la beligerancia, especialmente notable en los últimos cinco años, acaba con el período de pacificación que se estableció después del desmoronamiento de la Unión Soviética con la interrupción de los conflictos generados en la Guerra Fría y el comienzo del incierto «nuevo orden internacional».

    En cuanto a las víctimas, también se puede observar un repunte grave en las dos últimas décadas: desde las 20 611 muertes causadas por conflictos bélicos del año 2004 hasta las 311 325 en el 2022. Además, investigadores como Mario López Martínez indican como, a pesar de la sofisticación de la tecnología armamentista, el porcentaje de víctimas entre la población civil es cada vez mayor respecto a las bajas militares. Según el investigador Vicent Sanz Rozalén, miembro de los grupos DESPAZ y HEHA – Grupo de Investigación de Historia de los Espacios Hispánicos y Americanos, siglos XIV-XX (Departamento de Historia, Geografía y Arte), este fenómeno recibe el nombre de «guerra total» y responde a las nuevas pretensiones de los conflictos: «El objetivo de una guerra ya no es la conquista de un territorio ni la derrota de un ejército, sino la aniquilación y el sometimiento del enemigo». Atacar la retaguardia de un contrincante provoca problemas económicos, de abastecimiento, de producción de armamento y, en síntesis, inestabilidad social y pérdida de apoyo al conflicto.

    ¿Por qué vuelven las guerras?

    Para Sanz, nuevamente no hay una respuesta sencilla. Sanz explica que la especificidad de cada conflicto impide explicar su activación de manera conjunta y unificada, ya que responde a combinaciones multifactoriales de elementos políticos, sociales y económicos concretos: «Cada conflicto tiene su historicidad y, por lo tanto, los motivos que podemos encontrar detrás son diversos en cada circunstancia. Los acontecimientos solo pueden entenderse en su contexto temporal y su contexto espacial».

    En cambio, sí que se pueden identificar rasgos en común que tienen relación con esta tendencia. En primer lugar, la violencia protagonista en muchos de los conflictos actuales es diferente a la practicada en períodos anteriores, con el auge de nuevas formas de violencia como el terrorismo. En segundo lugar, se puede observar un aumento de la inestabilidad política a escala internacional e interna de los países. Fenómenos como el ascenso de la extrema derecha limitan la capacidad de reacción frente a los conflictos y ponen en crisis el funcionamiento de las democracias. Incluso, en algunos casos como los de Rusia e Israel, ciertos grupos no solo apoyan el inicio de los conflictos, sino que incitan las acciones violentas que acometen sus Estados y favorecen el mantenimiento de sus regímenes.

    El discurso reaccionario de estos movimientos se caracteriza por su carácter clasista, xenófobo e, incluso, por enaltecer la violencia en las redes sociales, lo que promueve el desarrollo de relatos desconectados de la realidad. La inestabilidad causada por el clima de enfrentamiento social requiere la tarea didáctica por parte de la clase política, los medios de comunicación y la academia, que tienen que recuperar la confianza de la ciudadanía en las instituciones y el Estado como elemento amortiguador de las diferencias y los conflictos a nivel interno. Según Sanz, esta tarea tiene que llevarse a cabo teniendo presente el conocimiento histórico y fomentando la construcción de memorias democráticas como elemento fundamental para enseñar conciencia ciudadana.

    Igual que para conducir de forma segura es necesario mirar de vez en cuando por el retrovisor, las sociedades tenemos que hacer lo mismo. Mirar hacia el pasado, hacia atrás, es importante para ver hacia dónde vamos, si vamos bien, qué es lo que nos espera.

    CAP 3: De qué hablamos cuando hablamos de DISCRIMINACIÓN LINGÜÍSTICA

    Carlos Cuesta-Martínez

    13 de marzo 2025

    La conflictividad y la ausencia de cohesión social en las sociedades pueden producirse por diferentes factores. En algunos casos, como se ha podido comprobar en los anteriores capítulos de este monográfico, una de las principales razones recientemente es el auge de grupos discriminatorios en las redes sociales y los espacios de convivencia, lo que pone de relieve la necesidad de una tarea didáctica por parte de las instituciones, la academia y los medios de comunicación. Pero se podrían encontrar otros alicientes, como sería el caso de aquellos territorios en los que la discriminación se produce por razones lingüísticas.

    Países donde la convivencia de dos o más lenguas provoca situaciones de diglosia, en las que una de las lenguas se considera la de prestigio y se emplea en todos los ámbitos de uso, en especial en los formales (y protagoniza así la mayoría de producciones escritas y culturales). El resto de idiomas en estos territorios, en cambio, tienen que conformarse con quedar relegados a ámbitos privados e informales, lo que provoca que tengan una menor visibilidad. Para Maria Montroy Ferré (profesora sustituta en el Departamento de Traducción y Comunicación de la UJI, anteriormente miembro del grupo de investigación TRAMA – Traducción para los Medios Audiovisuales y Accesibilidad y en la actualidad en el TransMedia Catalonia de la UAB) se pueden definir las lenguas minorizadas como «lenguas que ven reducido su ámbito de uso en su territorio natural de habla porque se han visto perseguidas, se ha intentado que se prohíban o se ha restringido su uso». Esta situación provocaría, por lo tanto, que los hablantes se vieran forzados a adoptar la lengua dominante.

    Es el caso de la excolonia portuguesa Santo Tomé y Príncipe, como desarrolla Montroy en algunos de sus artículos académicos como «Multilingüismo en Santo Tomé y Príncipe: un acercamiento desde la subtitulación». En esta nación insular africana, la lengua oficial y predominante es el portugués (que muestra la herencia de su pasado colonial, independizada en 1975) que disfruta de una gran preponderancia en los medios de comunicación, pero además conviven otras cuatro lenguas autóctonas (criollo angolar, caboverdiano, forro y lung’Ie) que se usan en el ámbito privado y están en riesgo de desaparición a pesar del esfuerzo de los académicos para enseñarlas y normalizarlas.

    ¿Por qué se discriminan algunas lenguas?

    Si bien es cierto que la diáspora (incentivada por el grado de pobreza del país, con un índice de desarrollo humano en la 135.ª posición de los 189 Estados según UNICEF) está convirtiendo el forro prácticamente en un símbolo de identidad nacional, la lengua se usa de forma mayoritaria en las zonas agrícolas y por un colectivo concreto: la gente mayor. En Santo Tomé y Príncipe, las familias deciden educar a sus hijos e hijas en portugués con la esperanza de que eso les proporcione mayores oportunidades educativas y laborales, lo que provoca que las nuevas generaciones no adopten las lenguas minorizadas, como es el caso del forro. «Tenemos que entender que los padres quieren lo mejor para sus hijos. Si de alguna manera detectan que su idioma los perjudicará y que hay otro que les abrirá más puertas, entonces la familia elige abandonar su lengua en favor de la lengua de prestigio», explica Montroy.

    De esta forma, el forro queda relegado únicamente a la gente mayor o a los habitantes de las zonas más agrícolas, más apartadas y empobrecidas en un país en el que, de por sí, hay mucha pobreza. Además, los ancianos y ancianas reciben una doble discriminación en la nación africana, ya que habitualmente se ven abandonados por los núcleos familiares por razones como la pobreza, la intolerancia o la vinculación con la superstición, lo que provoca incluso casos de violencia física y psicológica.

    En una situación de abandono, menor poder adquisitivo y uso de una lengua minorizada, la gente mayor de Santo Tomé y Príncipe tiene que afrontar varios prejuicios que dificultan su integración social. Prejuicios que, para Montroy, están «construidos expresamente»: «El hablante de una lengua minorizada no elige voluntariamente apartarse del resto de la sociedad. Es una cuestión que viene impuesta por las circunstancias externas porque hay un cierto interés».

    En su trabajo de investigación, Montroy entrevistó a personas ancianas, no ancianas y expertas para averiguar el grado de discriminación que supone usar la lengua minorizada; también llevó a cabo talleres de doblaje de animación en forro con personas ancianas y niños y niñas de una misma comunidad. De esta forma, el estudio de la investigadora trató de romper prejuicios intergeneracionales e interlingüísticos y ofrecer proyección social a la gente mayor del país africano, así como producir material audiovisual en la lengua minorizada. «En el caso del forro, se propone que su preservación vaya de la mano con una integración social de las personas ancianas hablantes de esta lengua en exclusión o en riesgo de exclusión, para darles un rol de dignidad y respeto en la comunidad», concluye en su artículo.

    Por lo tanto, si nos preguntamos por qué razón apostar por la normalización de lenguas minorizadas puede ayudar a la convivencia de colectivos, Montroy tiene una respuesta clara.

    Normalizar estas lenguas es una forma de resarcir a sus hablantes, precisamente por todos los prejuicios que han sufrido ellos y sus antepasados por el hecho de hablar una lengua. Pero más allá de eso, si normalizas una lengua, la visibilizas y la dignificas de alguna manera. Por lo tanto, normalizas, visibilizas y dignificas también a sus hablantes. Los estás reconociendo como parte de la sociedad y eso ya es paz y cohesión social

    CAP 4: De qué hablamos cuando hablamos de MANIPULACIÓN INFORMATIVA

    Carlos Cuesta-Martínez

    13 de marzo 2025

    En anteriores capítulos de este monográfico se han mencionado cuestiones como la influencia de las redes sociales y los medios de comunicación en la deriva belicista de ciertos grupos sociales o, incluso, del conjunto de la ciudadanía. La fijación de la cobertura mediática por los conflictos podría llevar, a largo plazo, a posturas resignadas que acepten su inevitable convivencia con las guerras o puedan llegar a defender las acciones violentas de sus gobiernos. Pero ¿es tal el poder de la comunicación?

    «Los medios de comunicación tienen muchísimo poder porque, aunque sabemos que no, son la apariencia de la realidad. Y lo que queda fuera de su foco parece que no existe o lo desconocemos», asevera Eloísa Nos Aldás, coordinadora del grupo DESPAZ y PDI del Departamento de Ciencias de la Comunicación. El estudio sobre los efectos de los medios en la ciudadanía ha experimentado una evolución, desde primeras aproximaciones que argumentaban una influencia más directa hacia perspectivas teóricas que defienden la mayor capacidad de filtraje crítico por parte de los públicos. Sin embargo, autores como Noam Chomsky identifican la apatía y el miedo como algunos de sus principales efectos en la población. Estas percepciones negativas llevarían, por un lado, a una mayor confianza en instituciones defensivas como el ejército y, por otro, a la desmotivación para el cambio social, lo que provocaría que se interiorizara la impotencia.

    Durante los últimos tiempos, la comunicación, en su vertiente de propaganda más sofisticada, se ha empleado expresamente para enardecer el auge de los populismos. La complejización de la realidad y las dificultades económicas habrían sido algunas de las principales razones por las que grupos sociales habrían aceptado estos discursos reduccionistas que ofrecen soluciones fáciles para los conflictos de índole social. 

    En cambio, cabría destacar el carácter fragmentador que enarbolan las propuestas populistas, en ocasiones basadas en el odio y el rechazo: «Los valores y las emociones que hay detrás de la comunicación a la hora de polarizar son lo contrario a lo que nos podría llevar a la cohesión social», asegura la investigadora. Las redes sociales, en particular, habrían ejercido como escenario ideal para la construcción y difusión de dichos discursos, en especial para aquellos que tratan de construir un enemigo que supone un peligro para la estabilidad económica o moral y que refuerzan la identidad de las personas usuarias, ya que solo consumen contenido de su propio perfil e ideología recomendado por los algoritmos de personalización.

    La selección consciente y activa de nuestros medios informativos es prioritaria para nuestra convivencia en la red

    Hateblockers

    Iniciativa que combate el odio en redes, fomenta el debate respetuoso y ofrece herramientas para verificar información y educar sobre el discurso de odio.

    Brøders

    Plataforma que ofrece un espacio seguro para jóvenes, brindando apoyo y recursos sobre diversos temas de interés. A través de su canal de WhatsApp, los usuarios pueden recibir información y orientación personalizada. La plataforma responde a la necesidad de que los chicos necesitan hablar y solo encuentran espacios tóxicos para hacerlo.

    La Coordinadora de Organizaciones para el Desarrollo

    Este grupo reúne a ONGD y entidades comprometidas con la justicia social, la igualdad y la sostenibilidad. Promueve la cooperación internacional, la acción humanitaria y la educación para la ciudadanía global, trabajando en red para impulsar un mundo más justo y solidario.

    ¿Cómo mejorar nuestro consumo mediático?

    Sin embargo, según Nos-Aldás, tampoco es conveniente adoptar una postura generalista respecto a la influencia de los medios. En primer lugar, porque esos medios se encuadran e insertan en el sistema, y replican así sus vicios y virtudes y vinculan su actividad con la política, la legislación y el mercado: «El periodismo lo hacen profesionales que han pasado por la universidad y pueden ser de muchas formas, pero se van a encontrar con unas estructuras que les van a permitir hacer ciertas cosas u otras». En segundo lugar, debido a que no todos los medios de comunicación actúan de manera similar y unificada frente a la visibilización de los conflictos y de la violencia directa.

    Frente a la saturación informativa y las narrativas perniciosas que habitan las redes sociales, hay proyectos que reclaman un necesario consumo de medios más consciente por parte de las audiencias. Es el caso de Víctor Sampedro de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, que en su proyecto de alfabetización mediática Dietética Digital fomenta un acercamiento más selectivo a los medios de comunicación y las redes sociales, lo que hace ver a las personas usuarias su «obesidad mórbida con los dispositivos digitales, la tecnología y la saturación», explica la investigadora. Y todo ello porque, en síntesis, nuestro consumo mediático y digital influye en qué compramos y qué votamos. 

    Mediante este tipo de prácticas no solo seremos menos propensos a confiar ciegamente en el contenido recomendado por nuestro algoritmo, sino que también podremos acceder a cabeceras alternativas y alterativas, como identifica Rafael Roncagliolo, que nos alejen del foco mediático convencional. Según Nos-Aldás, «existen medios que son proyectos independientes y trabajan específicamente en visibilizar esas otras realidades, en visibilizar las causas y las opciones, pero es cierto que no suelen ser los medios masivos, que hay que conocerlos y buscarlos». Sería el caso de iniciativas como Climática, Revista 5W o La Coordinadora de Organizaciones para el Desarrollo.

    Y, más importante aún, el acceso más consciente al contenido mediático nos permitirá, incluso, consultar la información solamente cuando lo deseemos, no cuando las rutinas periodísticas, las programaciones televisivas o el algoritmo nos fuercen a ello: «El consumo de medios que hacemos lo decidimos nosotros y nosotras», argumenta Nos-Aldás. La investigadora del Dpto. de Ciencias de la Comunicación nos lo recuerda: «Siempre puedes apagar la tele o el móvil».

    Conclusiones en 1 minuto

    Créditos

    Coordinación: María Martín
    Realización: Eloi Fustier y Claudia Ferrando
    Diseño: Daniel Zomeño y Nacho Gárate
    Revisión y estilo: Marta Mejías

    Agradecimientos

    Profa. Sonia París
    Profa. Irene Comins
    Prof. Vicent Sanz
    Profa. Maria Montroy
    Profa. Eloísa Nos
    Labcom UJI
    Department of Peace and Conflict Research (Uppsala University, Suecia)

    Grupos de investigación

    DESPAZ – Desarrollo Social y Paz (Filosofía, Comunicación, Educación y Ciudadanía)
    Transmedia Catalonia (Universidad Autónoma de Barcelona)

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